Si
la vida fuera un comic, el momento en que Elvis pasó a formar parte de
la mía, estaría representado con la caída de un rayo. (TCB logo y
Lightning bolt al margen).
Aquella tarde noche del 16 de Agosto
de 1977, mi mamá entró al dormitorio que compartíamos con mi hermana, y
adonde nos refugiábamos para ver nuestras series favoritas, escapando
del aburrido noticiero que veían en el comedor, y nos espetó:
“…murió Elvis Presley”.
Mi conocimiento sobre Elvis hasta ese momento era muy básico. Digamos
que lo registraba y punto, así que nunca sabré que me hizo preguntarle:
“¿…se suicidó?”.
De ahí en más comenzó una obsesión que se
tradujo en un principio en recorrer disquerías, kioskos, librerías y
chequear constantemente radio y televisión en busca de “algo” de Elvis,
no importa qué. Todo servía.
Siempre tuve la sensación de que
fuera lo que fuera que el Universo tenía reservado para mí, se torció
ese 16 de Agosto de 1977.
Decididamente, cuando alguien me
preguntaba a qué me iba a dedicar cuando fuera “grande”, jamás hubiera
dicho “Elvis”. Y aún el día de hoy cuando completo un formulario, en el
casillero que dice “ocupación”, me resulta muy complicado poner:
“disquería temática dedicada a un solo artista que….etc. etc..etc.” y
poner sólo Elvis puede resultar igualmente confuso así que generalmente
opto por alguna respuesta más convencional.
Seguramente Elvis
nos cambió la vida a todos de una forma u otra, pero a mí, literalmente
siento que me la dio vuelta completamente. Fue el Cupido que me unió al
amor de mi vida y quien ha agrandado constantemente mi familia elegida.
Alguna vez, Elvis le dijo a su corista Kathy Westmoreland, que su única
pena era haber pasado por este mundo sin haber dejado nada por lo cual
ser recordado. Viendo la comunión de almas que se crea en la vigilia de
las velas del 15 de Agosto, debe pensar: “…¡wow, qué equivocado
estaba!”.
GRACIAS ELVIS, POR ENTRAR EN MI VIDA HACE 40 AÑOS!
CLAUDIA LEON