Hacía
unos meses que las cosas no estaban bien en Argentina, la Junta militar
había tomado el gobierno y la calle estaba “pesada”. No se podía andar a
cualquier hora y menos sin documentos. En la inocencia de sus doce
años y ajeno a lo que ocurría en el mundo de los adultos, un chico se
tropieza en la vereda por ir mirando la tapa del disco que acaba de comprar.
La imagen lo impacta. Un muchacho dibujado con una guitarra colgando se
aferra a un micrófono de pie, viste un traje negro con un pañuelo
rosa y enmarcado por algunas luces canta entusiasmado sobre un escenario
de fondo verde y celeste, le rodean diez estrellas blancas y cuatro
bocas femeninas desbordantes de excitación, sobre la izquierda en letras
blancas y amarillas un cartel contundente reza “ELVIS THE SUN SESSIONS”
En la contratapa hay una foto en blanco y negro y luego de
la lista de temas hay una sinopsis del génesis de la carrera de Presley
y sus primeras grabaciones, ese texto serviría para empezar a almacenar
mis primeros conocimientos. Quiero aprovechar la ocasión para hacer las
paces con Roy Carr , el periodista inglés que firmó esa nota de la
backcover por haber afirmado que el ejecutor de la percusión de las
sesiones fue D.J Fontana, cuando en realidad había sido Johnny Bernero,
un baterista de jazz vecino de la Avenida Union 706 allí en Memphis y
conocido de Sam Phillips. Este señor Bernero grabó en Sun algunas cosas
interesantes con su banda como el “ Cotton Pickin’ Boogie “y “ Rockin’
At The Woodchopper’s Ball”.
Nota: La verdadera historia acerca
de los bateristas en la era SUN, o sea Bernero en estudio y Fontana en
vivo la aprendí hace unos años en el Elvis Shop de Argentina donde
alguna vez D.J. y su anillo de herradura compartieron jugosas anécdotas.
Ese fue mi primer encontronazo con las sesiones de la Sun, ya pasaron
cuarenta años desde aquel día (“dos veces nada” según Gardel) y el
entusiasmo por los discos continúa intacto. Ese impacto visual que
produce una tapa bien diseñada puede ser como el amor a primera vista
“irresistible” y las ganas de poseerlo se pueden tornar incontrolables y
mucho más si el contenido sonoro es prometedor.
“A Boy from
Tupelo” cumple ampliamente estos dos requisitos: Una tapa sencilla pero
contundente y seductora: Sobre un fondo rosa Cadillac hay una enorme
luna azul a la derecha de una imagen de Elvis en blanco y negro que
sobresale de una enorme estrella blanca, un poderoso tren en marcha
impone la idea de una dinámica furiosa, todo este cuadro está adornado
por ocho estrellas negras con nombres de algunas canciones y catorce
estrellitas blancas.
El contenido parece no tener nada nuevo y algún descuidado puede pensar: “...esto es más de lo mismo”.
Al abrirlo uno se topa con la tradicional etiqueta amarilla con el logo
de Sun, sólo que en un disco de 12 pulgadas se ve algo rara, pero más
raro aún resulta ver en la misma etiqueta el logo de la RCA compartiendo
cartel.
El Elvis Shop (quien más) sería el vehículo que me
llevaría a obtener esta verdadera joya que amé desde que la ví, sólo que
esta vez la montaña vendría a Mahoma. Y así fue, El Elvis Shop se
trasladó desde Buenos aires hasta el norte de Argentina para acercarme
el preciado disco (un verdadero lujo que no se pueden dar muchos). La
charla durante la cena del encuentro me permitió conocer algunos
detalles acerca de la historia de cómo fue concebido este álbum.
Detalles que marcan la pauta que no es “más de lo mismo”.
El
mismísimo Ernst Jørgensen en persona se encargó de recorrer los EEUU en
busca de discos de la primera edición que nunca hubieran sido tocados
por una púa, de ese modo podría obtener el sonido original puro y usarlo
como master ya que los ingenieros de sonido de la RCA cuando lanzaron
las canciones de las cintas que les entregó Sam Phillips, les metieron
más eco del que tenían, manipularon la ecualización y no contentos con
esto las profanaron generando un proceso de “estereofonización” que
consistía en desfasar el sonido en un canal con referencia al otro
cometiendo de este modo un verdadero sacrilegio .
Vamos a
escucharlo pero primero quisiera dejar en claro algunas cosas : Hay una
gran diferencia entre oír, escuchar y procesar sonidos :
Oír es
la capacidad de percibir vibraciones a través del sentido del oído, en
cambio escuchar es prestar atención a un sonido determinado de los
muchos que llegan al mismo tiempo. Las vibraciones no sólo se perciben
con los oídos sino que además afectan los dientes, los cabellos, la
piel y los órganos del vientre, todas esas partes del cuerpo también
reciben las vibraciones (la tiza en el pizarrón por ejemplo que afecta
la dentadura).
De los soportes comerciales de uso doméstico
para reproducir sonidos, el disco y la cinta abierta son los que lo
hacen de manera más fiel ya que no sólo reproducen los sonidos audibles
sino que también entregan los subsonidos y los ultrasonidos que fueron
tomados por el (o los) micrófonos, devolviéndolos y generando una
sensación más vivida ya que los percibimos con todo el cuerpo, los
soportes digitales nos roban esas sensaciones al recortar muchas de
estas frecuencias.
Por esa sencilla razón a la hora de escuchar, si se puede, prefiero siempre un disco y cuanto más original mejor.
ESO ESTA MUY BIEN CHICO
Todos conocemos la historia: Elvis por fin había conseguido la
posibilidad de grabar con el mismísimo Sam Phillips. Es el 5 de julio
del ‘54 , luego de varias pruebas e intentos la cosa no venía bien, Sam
se quedaba sin paciencia porque el pibe no pelaba nada que lo hiciera
saltar de la silla hasta que mitad presión mitad intuición dejó fluir
una versión salvaje y diferente de un tema netamente negro. El “tipo
blanco que cantara con el sentimiento de un negro” ese que tanto había
buscado, estaba allí paradito delante de él como enviado del cielo, con
su humilde guitarrita, sus patillas y su peinado engominado, sin tener
dimensión de lo que acababa de hacer.
¡Sam saltó de la silla!
Usando como ingrediente principal de su fórmula un R&B del ‘46
original de Arturito Crudup, se dejó llevar y así fluyó toda esa
intensidad negra de la que se había impregnado, a eso le agregó todo lo
que había escuchado en las iglesias , en la radio y en las calles de
Túpelo y Memphis.
La propia ansiedad generada por la situación
hizo que le imprimiera cierto vértigo a la interpretación y así sin
proponérselo, junto a Scotty y Bill grabaron EL PRIMER ROCK’N’ROLL DE LA
HISTORIA y sin batería, instrumento que si tenía la versión original de
Big Boy. Al escuchar “A boy from Túpelo” se percibe como nunca antes
que la guitarra rítmica es la que impone el ritmo, al no haber percusión
Bill Black hace gala del manejo del “slap” una técnica que consiste en
cachetear las cuerdas para que hagan ruido contra la madera del
contrabajo, seguramente influenciado por Willie Dixon, autor de “My
Babe” y “Hoochie Coochie Man” (el riff más repetido de la historia).
No tiene muchas pretensiones pero es la piedra fundamental del
Rock’n’Roll y sienta las bases de todo lo que vendría después. La
versión que escuchamos usa como máster justamente un 45 RPM ORIGINAL.
Phillips tenía una bomba y lo sabía, sólo que para hacerla explotar
necesitaba un lado B. Dos días más tarde se juntaron de nuevo y grabaron
una versión endemoniada de un original del Bluegrass de Bill Monroe
“Luna Triste De Kentucky “. Hubo un par de tomas previas en medio tiempo
hasta lograr la definitiva que acompañaría en el histórico 209 a “Eso
está muy bien”.
Un verdadero cachetazo a la segregación
reinante ya que metía juntos un tema blanco y uno negro en el mismo
soporte. Elvis unos meses más tarde le pediría perdón a Monroe por esta
“irrespetuosa” versión.
WALTER HUERTAS